domingo, 19 de octubre de 2014

Alejandro y sus Sueños.



Alejandro Magno, uno de los mayores estrategas que nos ha dejado la historia, tuvo la suerte de concebir sueños precognitivos que le ayudaron en sus conquistas. El joven rey macedonio tuvo su sueño más conocido a la edad de 24 años, cuando sitió la ciudad fenicia de Tiro en el 332 a.C. Soñó que capturaba un sátiro que danzaba sobre su escudo y un sabio lo interpretó: "Tiro es tuyo".
El asedio se prolongó siete meses y en un segundo sueño, el legendario héroe Heracles se irguió y le gritó desde lo alto de las murallas, al día siguiente la ciudad cayó. Durante una de las innumerables batallas en las que participó, su amigo Ptolomeo resultó herido de gravedad por una flecha envenenada. Una noche en que lo cuidaba se quedó en brazos de Morfeo y soñó que un pez le enseñaba dónde encontrar las raíces de las plantas que curarían a su amigo. Cuando despertó encontró las plantas (¿aloe?) y se las dió a Ptolomeo, quién se recuperó y llegó a ser faraón de Egipto. Tras conquistar Egipto en el 331 a.C, Alejandro decidió edificar una gran urbe y llamarla Alejandría. Una vez más tuvo un sueño profético, esta vez un sabio recitaba pasajes de Homero referentes a Faros, en Egipto. Se desplazó allí, encontró un excelente sitio y ordenó que se trazara en él una polis. Como los macedonios no llevaban consigo cal, señalaron la zona con granos de cebada y obviamente los pájaros se comieron las semillas. Pensó enseguida que era un mal presagio, pero su adivino le aseguró que significaba que Alejandría sería como una nodriza que alimentaría a grandes hombres de todas las razas y no se equivocó, la biblioteca de Alejandría fue la más grande del mundo antiguo. Para que digan por ahí que los sueños no se cumplen.













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