miércoles, 18 de diciembre de 2013

La Befana, un misterioso personaje navideño.



 La Befana es una dadivosa vieja con aires de bruja que sobrevuela la noche italiana cada 5 de enero. Montada en su escoba vuela por encima de los tejados de las casas y deja los últimos regalos de Navidad a los niños. Muchos de sus detractores piensan que el personaje no tiene nada que ver con esta festividad cristiana y opinan que una bruja no puede campar a sus anchas durante la fiesta del nacimiento de Cristo. En cambio otros son de la opinión que la vieja en sí, si tiene un componente cristiano y que se debe respetar su figura. Ambas posturas tienen algo de cierto y he aquí una breve explicación. De su mismo nombre podemos empezar a recuperar alguna señal del valor religioso de la mítica anciana. La mayor parte de las etimologías la hacen derivar de Epifanía, Befania y Betana; de lo que se deduce que tiene una personificación de raiz cristiana. La fecha, el 6 de Enero, era el día del solsticio invernal para muchas culturas, los egipcios celebraban el nacimiento de Aion de la virgen Kore y los cristianos gnósticos eligieron la misma fecha para evocar el bautismo de Cristo y en el S.III d.c pasó a designar la navidad oriental; al menos, hasta que se extendió por todo el orbe (excepto para coptos y armenios) la fecha única del 25 de diciembre. Así se mantienen ligadas a la Epifanía la adoración de los Magos, la conmemoración del bautismo de Cristo y de su primer milagro en las bodas de Caná. Pero, en el mismo periodo de enero también se celebraba en varias
culturas paganas y agrarias la fiesta del principio del año, solemnizada por ritos de fertilidad. Es aquí donde entran en escena algunas de las "antepasadas" más probables de la Befana: la diosa Diana, las germánicas Holda y Berta o las francófonas Abundia y Satia. Estas arrugadas representaciones del año viejo se paseaban por aquellas noches repartiendo regalos en forma de frutos secos (semillas destinadas a florecer en primavera) o carbón (no como castigo, sino como elemento de propiedades terapéuticas) , a menudo metidos en un zapato ( la Befana dentro de una media) quizá como alegoría a la cornucopia. Con frecuencia se sacrificaba en la hoguera un muñeco que era la representación del sol que vuelve a crecer después del solsticio invernal. Pero la diosa romana Diana es un ser nocturno que vuela con un cortejo femenino, reina sobre los muertos y la Luna es su representación astral. Con esta segunda imagen entroncan otra de las características de la Befana. Vemos en ella la figura al culto de los antepasados que en muchas regiones se enterraban bajo los hogares, de ahí las ropas y la cara negras (referencia a las cenizas del fuego doméstico y a los muertos que habitan las tinieblas), su escoba (el árbol sagrado que barre a los espíritus) y el huso, atributo de las diosas tejedoras pero también símbolo de la muerte. Si recapitulamos vemos que la Epifanía era una fiesta nocturna y lunar destinada a servir de contrapunto y cerrar la fiesta navideña , solar. Los grandes teólogos de la iglesia afirmaban que si Cristo es el sol de la Navidad-solsticio , la luna que es maternal y casta será María, estando descrita así en el mismo libro del Apocalipsis. Vemos ya así reflejado el sincretismo religioso : Diana, Luna, María y Befana.













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